abril 29, 2012

Fantásticas historias de San Telmo (Libro)



Datos del libro: 

Fantásticas historias de San Telmo
Ulises Pastor Barreiro 

El libro fue editado en la Argentina y Bolivia. En la Argentina por “Editorial Aguirre” de la ciudad de Mendoza, quien lo distribuirá en el sur de argentina), y en Bolivia por “Editorial Ártico+” de la Ciudad de Santa Cruz de la Sierra (quien lo distribuirá en el norte del país). El dibujo de tapa fue realizado por el magnifico dibujante de Lima (Perú) Jesús Cossio, y la obra se llama “El Portal de San Telmo”, al autor de la tapa se lo conoce dado que es uno de los máximos exponentes de la actualidad en materia de dibujos para caricaturas.  La diagramación del libro fue hecha por el programador y diseñador de la farándula el argentino  Martin Korben quien es conocido por realizarle los trabajos a muchos  de  los famosos de la TV argentina.  






Reseña:

El libro comprende tres historias que confluyen en un mismo espacio físico pero distinto en lo temporal. El primer cuento se llama “Obtusa y la plaza Dorrego” y es protagonizado por un hombre singular, Obtusa, un vecino del barrio de San Telmo que duerme bajo un viejo árbol de la plaza Dorrego, tiene unos 30 años, quien por decisión propia abandono todas las leyes del sistema y esto hace que en su día a día tengas vivencias simples como que coma de las sobras que le dan los dueños de los restaurantes y bebe algún vino de las monedas del turismo. La historia transcurre durante el mes de Julio en la fría ciudad de Buenos Aires, en la cotidianeidad de la plaza, donde tangueros y cantantes brindan sus espectáculos a los transeúntes que por allí pasan. La historia se centra en Obtusa, quien va recorriendo las calles del barrio y se va encontrando con muchos amigos, entablando graciosas conversaciones que nos harán reír. El toque fantástico llega en el desenlace.
  

El segundo cuento, “21 de Diciembre”, relata los últimos momentos de la vida de un joven inmigrante trabajador de nacionalidad argelina, Zineddin Rachem, quien vive en una pensión sobre la calle Perú. La tierra está por desaparecer, tal como lo anunció la civilización Maya y otras tantas originarias de antaño. La narración nos ofrece una perspectiva sobre el fin del mundo, desde el barrio de San Telmo. La historia se vuelve más que interesante si tenemos en cuenta que este año tendremos el 21 de diciembre tal cual anunciaron los Mayas. Sin duda el tiempo le dirá a este autor si lo escrito en su cuento se torna realidad o no. 


Por último, tenemos al cuento “El conde Finochetto y Némesis” que trata de las vivencias de un grupo de jóvenes, estudiantes y gente trabajadora, que conviven con un misterioso personaje. Es interesante el escenario de la historia, un barrio en el cual el estudiante y el trabajador se encuentran, conviven y son a veces el mismo. Pero lo más interesante, el toque fantástico que da el autor, es la posible coexistencia del hombre con un ser extraterrestre pero de apariencia a priori como los humanos. 


Fantásticas historias de San Telmo reúne tres cuentos que rinden homenaje al pintoresco barrio que da su nombre a la obra. El elemento fantástico roza la estructura de los relatos, haciendo por momentos, generalmente en el desenlace, apariciones contundentes y determinantes. 


Un elemento que es ya una constante en la obra del autor es la construcción de personajes atravesados por condiciones de marginalidad y desigualdad socio-económica cosa que el autor pudo experimentar en carne propia dada su condición de pertenecer a la clase trabajadora y parte de las historias son recuerdos de cuando vivía en el barrio de San Telmo. La postura política del autor se revela generalmente a través de estos personajes, en sus reflexiones, sus sentimientos y sus diálogos, así como en sus vivencias. El escritor se esmera en la introducción y el prólogo a la obra, manifestando allí esta postura, no tan presente en su primera obra, El tesoro escondido, pero sí en la segunda, La caída. Barreiro adopta un enfoque casi militante de un nuevo paradigma “en solitario”, optimista en cuanto a la habilidad de las mujeres y los hombres para disfrutar más allá de las circunstancias. Es entonces que aparece el entramado espiritual de su pensamiento, que adopta la filosofía de su  maestro Pren Pal Rawat, considerado por la ONU como el orador de la paz N°1 en occidente. Y de gran convocatoria en Oriente.
  

Fantásticas historias de San Telmo comienza con una clasificación de los posibles lectores del libro, en función de distintos niveles de conciencia en la relación con el mundo y con el otro tanto del otro como especie humana como no humana. Aquí también el autor se muestra optimista en cuanto a un seguro despertar por parte de los seres humanos en este comienzo de siglo 21. En los relatos, este proceso se da en un “tiempo” complejo pero naturalizado por el conjunto de ciudadanos, pero sabido como tiempo subjetivado a la vez que objetivado: “Las semanas pueden parecer segundos y los segundos pueden parecer semanas”.
  

En este cuento el espacio y la percepción del mismo es de importancia. Y juega un poco con las leyes de la física cuántica que hoy dominan el saber en nuestro paradigma científico hegemónico. Hay un breve resumen histórico del barrio de San Telmo, donde transcurren las historias, y nos cuenta en algunos de los cuentos hasta por las calles y lugares por donde transitaba Carlos Gardel o hasta inclusive el físico Einstein. La subjetividad y la objetividad parten en este punto de la verdad del sujeto que día a día vive en nuestro moderno paradigma.


Mayor información web del autor


abril 28, 2012

Ciclo Clubes de Lectura 2012

El Colectivo Cultural Gavia se encuentra comprometido con el trabajo editorial y todo lo que atañe a la creación, el fomento de la lectura y escritura literarias y académicas. En este sentido desarrolla periódicamente los Clubes de lectura literaria, los cuales presentan la vida y obra de un autor (cuento, poesía o novela) en relación con otras artes.

El Club de Lectura pretende conocer, re-conocer y dar a conocer autores de la literatura universal, donde el punto de vista del lector es el centro; la visión de este lector permite generar una invitación a conocer la obra, la lectura en vivo y la relación con otros medios y otras artes que se adentran en la narrativa universal. Un encuentro con las letras.

Por eso nos complace invitarlos al Tercer Ciclo de Clubes de Lectura, quienes deseen postularse para dirigir una de las sesiones del club de lectura de este año.

Para acceder al formulario de convocatoria en línea sigan el enlace:

abril 27, 2012

II Taller para No escritores y No Ilustradores


La Redada, Quince16 y el Taller No Escritores No Lectores se unen nuevamente para traerles el II Taller para No Escritores y No Ilustradores.

Dirigido a: personas con intereses escriturales y gráficos, amateurs, iniciáticos. No se requieren conocimientos previos.

Este taller se ofrecerá de manera presencial, para personas mayores de 17 años, en las instalaciones de La Redada (Calle 17 # 2 - 51, Bogotá), los días miércoles en horario de 6 a 8 pm (consta de 9 sesiones).

El costo del taller es de $100.000 (Incluye materiales)

Inscripciones: hasta Mayo 22.

Inicio del taller: Mayo 23.

Enviar correo electrónico, asunto TALLER, con sus datos (nombre, documento, correo, celular y/o fijo) a:

noescritores@gmail.com

Más info:

http://noescritores.blogspot.com/

abril 18, 2012

CineEncuentro de Arte y Literatura

Colectivo Cultural Gavia en asocio con Cinelibertad
http://www.udistrital.edu.co/wpmu/colectivoculturalgavia/

Presentan

CinEncuentros de Arte y Literatura.
Ticket to Ride: La travesía del rock en el cine. Primera parte.
El ciclo de cine y música rock recoge algunas de las cintas más destacadas con el fin de hacer honor a uno de los géneros más prolíficos y polémicos de la escena musical. Destacándose como una firma de resistencia cultural que ha trascendido su misma frontera involucrando diferentes formas de expresión, entre ellas el cine y la literatura, además de identificar y convocar a distintas generaciones.

“The Doors”
de Oliver Stone
La película narra la vida de Jim Morrison desde sus días como estudiante en Los Ángeles hasta su muerte en París en 1971.


Stand 123  Pabellón 1  -Corferias-  (Feria Internacional del Libro)
Viernes 20 de abril de 3 a 5 pm
Bogotá.

3:00 a 3: 15    Presentación del Colectivo Cultural Gavia.
3:20 a 4:55     Proyección de la Película “The Doors” de Oliver Stone.
4:55 a 5:15     Conversatorio acerca de la película.

abril 17, 2012

Burdel Poético II


Un espacio más íntimo para un encuentro sin inhibiciones literarias.

Te esperamos.
¡Déjanos seducirte!


Fecha: Abril 21 de 2012
Lugar: Caney del Tamarindo
Cr 14 # 40 A - 59   Bogotá

Hora: 8 pm

abril 05, 2012

La máscara de la muerte roja (Cuento)
Por: Edgar  Allan  Poe


La "Muerte Roja" había devastado el país durante largo tiempo. Jamás una peste había sido tan fatal y tan espantosa. La sangre era encarnación y su sello: el rojo y el horror de la sangre. Comenzaba con agudos dolores, un vértigo repentino, y luego los poros sangraban y sobrevenía la muerte. Las manchas escarlata en el cuerpo y la cara de la víctima eran el bando de la peste, que la aislaba de toda ayuda y de toda simpatía, y la invasión, progreso y fin de la enfermedad se cumplían en media hora.

Pero el príncipe Próspero era feliz, intrépido y sagaz. Cuando sus dominios quedaron semidespoblados llamó a su lado a mil caballeros y damas de su corte, y se retiró con ellos al seguro encierro de una de sus abadías fortificadas. Era ésta de amplia y magnífica construcción y había sido creada por el excéntrico aunque majestuoso gusto del príncipe. Una sólida y altísima muralla la circundaba. Las puertas de la muralla eran de hierro. Una vez adentro, los cortesanos trajeron fraguas y pesados martillos y soldaron los cerrojos. Habían resuelto no dejar ninguna vía de ingreso o de salida a los súbitos impulsos de la desesperación o del frenesí. La abadía estaba ampliamente aprovisionada. Con precauciones semejantes, los cortesanos podían desafiar el contagio. Que el mundo exterior se las arreglara por su cuenta; entretanto era una locura afligirse. El príncipe había reunido todo lo necesario para los placeres. Había bufones, improvisadores, bailarines y músicos; había hermosura y vino. Todo eso y la seguridad estaban del lado de adentro. Afuera estaba la Muerte Roja.

Al cumplirse el quinto o sexto mes de su reclusión, y cuando la peste hacía los más terribles estragos, el príncipe Próspero ofreció a sus mil amigos un baile de máscaras de la más insólita magnificencia.

Aquella mascarada era un cuadro voluptuoso, pero permitan que antes les describa los salones donde se celebraba. Eran siete -una serie imperial de estancias-. En la mayoría de los palacios, la sucesión de salones forma una larga galería en línea recta, pues las dobles puertas se abren hasta adosarse a las paredes, permitiendo que la vista alcance la totalidad de la galería. Pero aquí se trataba de algo muy distinto, como cabía esperar del amor del príncipe por lo extraño. Las estancias se hallaban dispuestas con tal irregularidad que la visión no podía abarcar más de una a la vez. Cada veinte o treinta metros había un brusco recodo, y en cada uno nacía un nuevo efecto. A derecha e izquierda, en mitad de la pared, una alta y estrecha ventana gótica daba a un corredor cerrado que seguía el contorno de la serie de salones. Las ventanas tenían vitrales cuya coloración variaba con el tono dominante de la decoración del aposento. Si, por ejemplo, la cámara de la extremidad oriental tenía tapicerías azules, vívidamente azules eran sus ventanas. La segunda estancia ostentaba tapicerías y ornamentos purpúreos, y aquí los vitrales eran púrpura. La tercera era enteramente verde, y lo mismo los cristales. La cuarta había sido decorada e iluminada con tono naranja; la quinta, con blanco; la sexta, con violeta. El séptimo aposento aparecía completamente cubierto de colgaduras de terciopelo negro, que abarcaban el techo y la paredes, cayendo en pliegues sobre una alfombra del mismo material y tonalidad. Pero en esta cámara el color de las ventanas no correspondía a la decoración. Los cristales eran escarlata, tenían un color de sangre.

A pesar de la profusión de ornamentos de oro que aparecían aquí y allá o colgaban de los techos, en aquellas siete estancias no había lámparas ni candelabros. Las cámaras no estaban iluminadas con bujías o arañas. Pero en los corredores paralelos a la galería, y opuestos a cada ventana, se alzaban pesados trípodes que sostenían un ígneo brasero cuyos rayos se proyectaban a través de los cristales teñidos e iluminaban brillantemente cada estancia. Producían en esa forma multitud de resplandores tan vivos como fantásticos. Pero en la cámara del poniente, la cámara negra, el fuego que a través de los cristales de color de sangre se derramaba sobre las sombrías colgaduras, producía un efecto terriblemente siniestro, y daba una coloración tan extraña a los rostros de quienes penetraban en ella, que pocos eran lo bastante audaces para poner allí los pies. En este aposento, contra la pared del poniente, se apoyaba un gigantesco reloj de ébano. Su péndulo se balanceaba con un resonar sordo, pesado, monótono; y cuando el minutero había completado su circuito y la hora iba a sonar, de las entrañas de bronce del mecanismo nacía un tañido claro y resonante, lleno de música; mas su tono y su énfasis eran tales que, a cada hora, los músicos de la orquesta se veían obligados a interrumpir momentáneamente su ejecución para escuchar el sonido, y las parejas danzantes cesaban por fuerza sus evoluciones; durante un momento, en aquella alegre sociedad reinaba el desconcierto; y, mientras aún resonaban los tañidos del reloj, era posible observar que los más atolondrados palidecían y los de más edad y reflexión se pasaban la mano por la frente, como si se entregaran a una confusa meditación o a un ensueño. Pero apenas los ecos cesaban del todo, livianas risas nacían en la asamblea; los músicos se miraban entre sí, como sonriendo de su insensata nerviosidad, mientras se prometían en voz baja que el siguiente tañido del reloj no provocaría en ellos una emoción semejante. Mas, al cabo de sesenta y tres mil seiscientos segundos del Tiempo que huye, el reloj daba otra vez la hora, y otra vez nacían el desconcierto, el temblor y la meditación.

Pese a ello, la fiesta era alegre y magnífica. El príncipe tenía gustos singulares. Sus ojos se mostraban especialmente sensibles a los colores y sus efectos. Desdeñaba los caprichos de la mera moda. Sus planes eran audaces y ardientes, sus concepciones brillaban con bárbaro esplendor. Algunos podrían haber creído que estaba loco. Sus cortesanos sentían que no era así. Era necesario oírlo, verlo y tocarlo para tener la seguridad de que no lo estaba. El príncipe se había ocupado personalmente de gran parte de la decoración de las siete salas destinadas a la gran fiesta, su gusto había guiado la elección de los disfraces.

Grotescos eran éstos, a no dudarlo. Reinaba en ellos el brillo, el esplendor, lo picante y lo fantasmagórico. Veíanse figuras de arabesco, con siluetas y atuendos incongruentes, veíanse fantasías delirantes, como las que aman los locos. En verdad, en aquellas siete cámaras se movía, de un lado a otro, una multitud de sueños. Y aquellos sueños se contorsionaban en todas partes, cambiando de color al pasar por los aposentos, y haciendo que la extraña música de la orquesta pareciera el eco de sus pasos.

Mas otra vez tañe el reloj que se alza en el aposento de terciopelo. Por un momento todo queda inmóvil; todo es silencio, salvo la voz del reloj. Los sueños están helados, rígidos en sus posturas. Pero los ecos del tañido se pierden -apenas han durado un instante- y una risa ligera, a medias sofocada, flota tras ellos en su fuga. Otra vez crece la música, viven los sueños, contorsionándose al pasar por las ventanas, por las cuales irrumpen los rayos de los trípodes. Mas en la cámara que da al oeste ninguna máscara se aventura, pues la noche avanza y una luz más roja se filtra por los cristales de color de sangre; aterradora es la tiniebla de las colgaduras negras; y, para aquél cuyo pie se pose en la sombría alfombra, brota del reloj de ébano un ahogado resonar mucho más solemne que los que alcanzan a oír las máscaras entregadas a la lejana alegría de las otras estancias.

Congregábase densa multitud en estas últimas, donde afiebradamente latía el corazón de la vida. Continuaba la fiesta en su torbellino hasta el momento en que comenzaron a oírse los tañidos del reloj anunciando la medianoche. Calló entonces la música, como ya he dicho, y las evoluciones de los que bailaban se interrumpieron; y como antes, se produjo en todo una cesacion angustiosa. Mas esta vez el reloj debía tañer doce campanadas, y quizá por eso ocurrió que los pensamientos invadieron en mayor número las meditaciones de aquellos que reflexionaban entre la multitud entregada a la fiesta. Y quizá también por eso ocurrió que, antes de que los últimos ecos del carrillón se hubieran hundido en el silencio, muchos de los concurrentes tuvieron tiempo para advertir la presencia de una figura enmascarada que hasta entonces no había llamado la atención de nadie. Y, habiendo corrido en un susurro la noticia de aquella nueva presencia, alzóse al final un rumor que expresaba desaprobación, sorpresa y, finalmente, espanto, horror y repugnancia. En una asamblea de fantasmas como la que acabo de describir es de imaginar que una aparición ordinaria no hubiera provocado semejante conmoción. El desenfreno de aquella mascarada no tenía límites, pero la figura en cuestión lo ultrapasaba e iba incluso más allá de lo que el liberal criterio del príncipe toleraba. En el corazón de los más temerarios hay cuerdas que no pueden tocarse sin emoción. Aún el más relajado de los seres, para quien la vida y la muerte son igualmente un juego, sabe que hay cosas con las cuales no se puede jugar. Los concurrentes parecían sentir en lo más hondo que el traje y la apariencia del desconocido no revelaban ni ingenio ni decoro. Su figura, alta y flaca, estaba envuelta de la cabeza a los pies en una mortaja. La máscara que ocultaba el rostro se parecía de tal manera al semblante de un cadáver ya rígido, que el escrutinio más detallado se habría visto en dificultades para descubrir el engaño. Cierto, aquella frenética concurrencia podía tolerar, si no aprobar, semejante disfraz. Pero el enmascarado se había atrevido a asumir las apariencias de la Muerte Roja. Su mortaja estaba salpicada de sangre, y su amplia frente, así como el rostro, aparecían manchados por el horror escarlata.

Cuando los ojos del príncipe Próspero cayeron sobre la espectral imagen (que ahora, con un movimiento lento y solemne como para dar relieve a su papel, se paseaba entre los bailarines), convulsionóse en el primer momento con un estremecimiento de terror o de disgusto; pero inmediatamente su frente enrojeció de rabia.

-¿Quién se atreve -preguntó, con voz ronca, a los cortesanos que lo rodeaban-, quién se atreve a insultarnos con esta burla blasfematoria? ¡Apodérense de él y desenmascárenlo, para que sepamos a quién vamos a ahorcar al alba en las almenas!

Al pronunciar estas palabras, el príncipe Próspero se hallaba en el aposento del este, el aposento azul. Sus acentos resonaron alta y claramente en las siete estancias, pues el príncipe era hombre temerario y robusto, y la música acababa de cesar a una señal de su mano.

Con un grupo de pálidos cortesanos a su lado hallábase el príncipe en el aposento azul. Apenas hubo hablado, los presentes hicieron un movimiento en dirección al intruso, quien, en ese instante, se hallaba a su alcance y se acercaba al príncipe con paso sereno y cuidadoso. Mas la indecible aprensión que la insana apariencia de enmascarado había producido en los cortesanos impidió que nadie alzara la mano para detenerlo; y así, sin impedimentos, pasó éste a un metro del príncipe, y, mientras la vasta concurrencia retrocedía en un solo impulso hasta pegarse a las paredes, siguió andando ininterrumpidamente pero con el mismo y solemne paso que desde el principio lo había distinguido. Y de la cámara azul pasó la púrpura, de la púrpura a la verde, de la verde a la anaranjada, desde ésta a la blanca y de allí, a la violeta antes de que nadie se hubiera decidido a detenerlo. Mas entonces el príncipe Próspero, enloquecido por la ira y la vergüenza de su momentánea cobardía, se lanzó a la carrera a través de los seis aposentos, sin que nadie lo siguiera por el mortal terror que a todos paralizaba. Puñal en mano, acercóse impetuosamente hasta llegar a tres o cuatro pasos de la figura, que seguía alejándose, cuando ésta, al alcanzar el extremo del aposento de terciopelo, se volvió de golpe y enfrentó a su perseguidor. Oyóse un agudo grito, mientras el puñal caía resplandeciente sobre la negra alfombra, y el príncipe Próspero se desplomaba muerto. Poseídos por el terrible coraje de la desesperación, numerosas máscaras se lanzaron al aposento negro; pero, al apoderarse del desconocido, cuya alta figura permanecía erecta e inmóvil a la sombra del reloj de ébano, retrocedieron con inexpresable horror al descubrir que el sudario y la máscara cadavérica que con tanta rudeza habían aferrado no contenían ninguna figura tangible.

Y entonces reconocieron la presencia de la Muerte Roja. Había venido como un ladrón en la noche. Y uno por uno cayeron los convidados en las salas de orgía manchadas de sangre y cada uno murió en la desesperada actitud de su caida. Y la vida del reloj de ébano se apagó con la del último de aquellos alegres seres. Y las llamas de los trípodes expiraron. Y las tinieblas, y la corrupción, y la Muerte Roja lo dominaron todo.

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Pequeña Biografía del autor

Edgar Allan Poe era hijo de Elizabeth Arlold Poe y David Poe, actores ambulantes de teatro, quienes lo dejaron huérfano a los dos años. Fue educado por John Allan, un acaudalado hombre de negocios de Richmond, y de 1815 a 1820 vivió con éste y su esposa en el Reino Unido, donde comenzó su educación.
Los Allan acogieron al niño, pero nunca lo adoptaron formalmente aunque le dieron el nombre de "Edgar Allan Poe".

Después de regresar a los Estados Unidos, Edgar Allan Poe siguió estudiando en centros privados y asistió a la Universidad de Virginia, pero en 1827 su afición al juego y a la bebida le acarreó la expulsión. Abandonó poco después el puesto de empleado que le había asignado su padre adoptivo, y viajó a Boston, donde publicó anónimamente su primer libro, Tamerlán y otros poemas.

Se enroló luego en el ejército, en el que permaneció dos años. En 1829 apareció su segundo libro de poemas, Al Aaraf, y obtuvo, por influencia de su padre adoptivo, un cargo en la Academia Militar de West Point, de la que a los pocos meses fue expulsado por negligencia en el cumplimiento del deber.

La miseria y el hambre lo acompañaron, por motivos económicos pronto dirigió sus esfuerzos a la prosa, escribiendo relatos y crítica literaria para algunos periódicos de la época; llegó a adquirir cierta notoriedad por su estilo cáustico y elegante. Debido a su trabajo, vivió en varias ciudades: Baltimore, Filadelfia y Nueva York. En Baltimore, en 1835, contrajo matrimonio con su prima Virginia Clemm, que contaba a la sazón 13 años de edad. En enero de 1845, publicó un poema que le haría célebre: "El cuervo". Su mujer murió de tuberculosis dos años más tarde. Aún hundido en la desolación, el autor terminó, en 1849, el poema "Eureka". Con la muerte de Virginia, la vida de Poe se vino abajo.

Falleció el 7 de octubre de 1849. Sus últimas palabras fueron "que dios ayude a mi pobre alma".


Referencias


El cuento es tomado de la biblioteca digital de literatura Ciudad Seva, para leer mas obras del autor sigue este link.

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/poe/mascara.htm